El virus respiratorio sincitial (VRS), que provoca infecciones en los pulmones y las vías respiratorias, es una de las principales causas de enfermedad respiratoria en niños pequeños.

En los adultos, es posible que solo ocasione los síntomas típicos de un resfriado común, como congestión o moqueo nasal, dolor de garganta, dolor de cabeza leve, tos, fiebre y malestar general. Pero en los bebés prematuros y los niños con enfermedades que afectan a los pulmones, el corazón o el sistema inmunitario, las infecciones por VRS pueden derivar a enfermedades más graves.

El VRS es muy contagioso y se puede propagar a través de las gotitas expulsadas por una persona infectada al toser o estornudar. Este virus también puede vivir sobre superficies (como las encimeras o los pomos de las puertas), así como en las manos y las prendas de vestir, de modo que se contrae con facilidad al tocar partes del cuerpo u objetos contaminados.

El VRS se propaga rápidamente en colegios y guarderías. Los lactantes suelen contraer esta infección cuando sus hermanos mayores se exponen al virus en el colegio y luego lo llevan a casa y contagian a sus hermanos menores. Prácticamente todos los niños han sido infectados con el VRS por lo menos una vez a la edad de 2 años.

Las infecciones por VRS se suelen dar en forma de epidemias que duran desde finales del otoño hasta principios de la primavera. Las enfermedades respiratorias provocadas por el VRS (como la bronquiolitis o la neumonía) suelen durar aproximadamente una semana, aunque en algunas ocasiones duran varias semanas.

Los pediatras suelen diagnosticar una infección por VRS analizando los antecedentes médicos del paciente y haciéndole una exploración física. Generalmente, en los niños sanos no es necesario distinguir entre una infección por VRS y un resfriado común. Pero, cuando el niño padece otras afecciones médicas, pediatra puede necesitar hacerle un diagnóstico específico. En estos casos, el VRS se puede detectar en las secreciones nasales, que se pueden recoger utilizando un bastoncillo de algodón o bien succionando con una pera de goma.

Prevenir las infecciones por VRS

Puesto el VRS se propaga fácilmente al tocar a personas o superficies infectadas, el hábito de lavarse las manos con frecuencia es un factor clave para prevenir su transmisión. Intente lavarse las manos después de estar en contacto con personas que tengan síntomas catarrales. Si tiene un hijo en edad escolar con resfriado, manténgalo alejado de sus hermanos menores, especialmente si estos últimos son lactantes, hasta que desaparezcan los síntomas.

Para prevenir las enfermedades respiratorias graves relacionadas con el VRS, a los niños de alto riesgo se les pueden administrar inyecciones mensuales de un medicamento que contiene anticuerpos contra el VRS durante la temporada de mayor prevalencia de las infecciones por VRS (básicamente entre noviembre y abril). Puesto que estas inyecciones proporcionan una protección a corto plazo, se deben administrar en años consecutivos hasta que el niño deje de estar en el grupo de alto riesgo. Pregunte al pediatra si su hijo ésta en alto riesgo.

Tratar las infecciones por VRS

Afortunadamente, la mayoría de los casos de infección por VRS son leves y no requieren ningún tratamiento médico específico. No se utilizan antibióticos porque el VRS es un virus y los antibióticos solo son eficaces contra las bacterias. A veces se administran fármacos para ayudar a despejar las vías respiratorias.

De todos modos, en un lactante, una infección por VRS puede ser más grave y es posible que sea necesario hospitalizarlo para poderlo controlar más atentamente. Es posible que se le deban administrar fluidos y, tal vez, tratar sus problemas respiratorios.

En casa, intente que su hijo esté lo más cómodo posible, dele tiempo para que se recupere y ofrézcale abundante líquido. Esta última recomendación puede resultar algo complicada porque a un bebé infectado por el VRS puede no apetecerle beber. Si este es el caso, ofrezca a su hijo líquidos en pequeñas cantidades y con más frecuencia de la habitual.

Para ayudar a su hijo a respirar mejor, utilice un vaporizador de vapor frío durante los meses de invierno para mantener el aire húmedo (el aire del invierno puede resecar las vías respiratorias y hacer los mocos más pegajosos). Evite los humidificadores de vapor y de agua caliente, que pueden ser peligrosos por las quemaduras que podrían ocasionar. Si utiliza un humidificador de vapor frío, lávelo diariamente con lejía de uso doméstico para que no se forme moho.

Si su hijo está molesto y es demasiado pequeño para sonarse la nariz, utilice un aspirador nasal (o una pera de goma) para extraerle los fluidos nasales pegajosos.

Trate la fiebre de su hijo administrándole medicamentos que no contengan salicilatos, como el paracetamol. No se deben administrar fármacos que contengan salicilatos (como el ácido acetilsalicílico de la aspirina) a niños con enfermedades de origen viral, debido a que su uso en tales circunstancias se ha relacionado con el síndrome de Reye, una enfermedad de riesgo vital.

Cuándo llamar al pediatra

Llame al pediatra si su hijo presenta cualquiera de los siguientes síntomas:

• fiebre alta y apariencia muy enferma
• secreciones nasales densas
• empeoramiento de la tos o tos asociada a expectoración de mucosidades amarilla, verdes o grises
• signos de deshidratación
• dificultad para respirar

Si su hijo es todavía un lactante, aparte de los síntomas que acabamos de mencionar, llame al pediatra si está más irritable o inactivo que de costumbre, o si rechaza el pecho materno o el biberón.

Pida ayuda médica inmediata si le parece que su hijo tiene dificultades para respirar o respira muy deprisa, está muy somnoliento y apático o se le ponen azules los labios y/o las uñas de las manos.